Vierte en mi pupila su luz una pequeña fogata, miro alrededor y descubro, he regresado una vez más. Se tienden ante mí las fauces de aquel que representa un inicio sin final, los aromas de ayer, durmientes sin riel. Se ha vuelto costumbre su nombre profesar, comodidad su imagen retratar. ¿Qué ha sido de la pericia que ostentas declamar?
Me recuerdo persiguiendo virutas de tiempo, las escucho danzar. La luna es testigo que no hablan más. Sólo ella observó con dulzura sus labios pronunciar ¿Volverás?, Con premura anunciar ‘Nunca más’.
¿Ha pasado tanto ya? Es difícil saber, reinos vienen y van, y con ellos, su riqueza; recuerdos que no han de evocar, letras que al papel no llegarán. Vaya elegía, la misma tierra del trágico día es la que presencia hoy una tersa marea.
¿Puedes notar cómo cambia su forma? Pareciera que vive aún. De su cuna brotan los secretos que en amor te confió, en su seno reposa el sentir que compartí. Es gracioso, quizá incluso cruel, juraría escuchar en el crujir del roble la cadencia de tu paso. Imposible, no hay materia que pueda tu pulso elucubrar.
Detrás de la hoguera yace el recuerdo que una vez fue tuyo, plasmado en la sombra de un astro que se rehúsa a presentar su verdadero ser. Vaya ímpetu , cuan ingenuo es el que empuña la pluma hoy, busca respuesta en abstracción, claridad y dirección en el reflejo de lo que no puede alcanzar.
Solía fanfarronear en conocer cada respuesta, negación en redención , ¿Realmente alguien pregunta? ¿Qué más da la conclusión del papiro sin hogar? Un soplo de alegría es suficiente para ignorar por completo de lo bello su final.
Cuéntame tu pena, la gloria en tu mirada puedo constatar. Comparte la ilusión que invita a latir y despoja de ataduras el corazón. Recuerda, mañana podría no ser más.