En aquel momento posterior a la repentina manía de tu amor: Cuando baje la guardia y sea otro quien ponga en ti la sonrisa de cada día, que ilumine tu rostro, por quien brille tu mirar; aquel que alimente tu corazón. Cuando zarpe mi nave y tu desolada tierra sea habitada por una nueva semilla. Cuando no comprenda la razón de tu lamento.

Cuando él recoja el fruto de tu grato existir. ¿Qué haré entonces? Pareciera tan simple, sólo seguir. Mantener el curso lejos del onirismo de tus besos, de la trayectoria en tu figura. De una manera inteligible, apartado de la escafandra que es tu pensar.

Temo admitir que llegará el día en que mire atrás y llore la flor marchita de ese amor. Quizá entonces comprenda la belleza de caminar contigo, la maravilla de esos parajes, la ambrosia de tu existir, la magia al verte andar; el arrebato de tu suspirar. Atónito ante la inopia, incapaz de resolver la encrucijada.

Anhelo el momento en que decida huir de tu presencia, escapar en refugio de tu recuerdo. Obsesión, limerencia ¿Acaso importa? Al final, es sólo un sentir que no supe controlar: una idea que no logré equiparar. Con una viruta de humo le veo formar; mas se esfuma, escucho una mente divagar.

Si tu suelo desconoce la semilla, mi tiempo ha terminado. He de partir con alma en mano. Salvaguardar los fragmentos de un iluso corazón, ojalá supiera resarcir las fisuras que tu asedio dejó. Mentiría al afirmar que tu recuerdo no quiero olvidar.