Acostumbro pensar por gusto, nunca por necesidad. Resulta común tener todas las respuestas, jamás preguntas por esclarecer. Hay momentos en que quisiera acallar todas las voces internas, estoy harto de escucharte recordar la miseria que represento. Me cansé de conocer cada que pregunto por qué.
Derramar con ira una lágrima, buscar sentido donde no hay más. Es ridículo, ni siquiera intento avanzar. Una bofetada de realidad que no logro reponer. Demonios, sólo quiero regresar.
Escribo estas letras como un mero recordatorio de quién soy; pareciera que, en ocasiones, sólo el autor desconoce la firma al final de la página. Se habla de letras que no debieron nacer. Pensares innecesarios; trazos burdos, sin vida. Atisbos de existencia sin sentido.
Latentes recuerdos vuelven a mi mente cada que ésta pierde su concentración: una memoria a cada desvario, un rostro a cada sinapsis, cierto aroma al respirar. Ideas y pensares le inundan, inerte procesa lo que ve.
Ahora, el fragante escrutinio de un burdo pensar. Me tomó por sorpresa. En un ataque de furia, comencé a contornear con mi pluma tu figura, delineando cada facción de la mano de Thot; buscando un error, anegando el pensar en tus fisuras.
Inefable manía del desengaño. ¡Demonios! Ni siquiera un par de frases logro expeler, en una bocanada se esfuman, en un respirar les veo partir. Indignas letras, una burda idea no logran retratar, un etéreo deseo intentan revisar. La luna es de plata y el olvido sabe a sal; amores escarlata, vicios del azar.
Despreciable menester, insípido existir —repite mi alma sin cesar— Delirios del azar. Sueños detrimentes. Manías sin formar. ¿Qué resta cuando un verbo pierde su sentido? ¿Qué hay más allá de tu etéreo pesar?
Ayuda. Veo con tristeza cómo el flujo se ralentiza, las ideas se corrompen, pierden su sentido y camino. Temerosas al proclamar verdad, impacientes por volver a las fauces que les dieron asilo en primer lugar. Detrimento es no saber quién eres, el dolor en ver sólo la envoltura de lo que quisiste ser.