Capaz, digna y gélida compañera: Danzas en mi campo con la gracia del eterno existir. Entregan las flores su color, ofrece su andar el lobo, dignfíca su vivir el hombre. Equipara tu habitar mi espíritu. Elucubra tu pensar la realidad. Se rinde a ti mi respirar.

Vestigios de tu aliento encuentro en mi camino. Tu voz estertórea, disidente, seductora envuelve mi sentir; acaricia mis mejillas con la etérea manía del engaño. Irrumpe tu llanto, quebranta al cobarde. Infringe tu aroma cada bocanada: insípida, temerosa abraza mi destino. Arrebata el deseo, siembra esperanza. ¡Cosecha el alma!

Reinas, concubinas y doncellas ocultan sus caras de vergüenza ante ti. Los árboles se inclinan y los guerreros sucumben. Alza tu brazo y reclama, exige, arrodilla el sentir a ti. Regurgita al indigno. ¡Vaya elegía!

Ventanal encrucijada, puerta del vivir; camino del recuerdo. Firma su transitar, adorna con el acertijo de su estridente propósito cada arcoiris. Ángeles y demonios descansan sus alas en tu seno: impacientes, indignos, incapaces. Ruegan por mantener su proceder, suplican justifiques su existir.

Invasión