En mi soledad, he notado que lo que extraño más no son sus labios, su calor o siquiera el timbre de su voz; ansío con premura sus manos, eso es lo que no logro olvidar y el vacío que no consigo curar. Anhelo tanto sus manos que parece ilógico pensar esto.
Recuerdo a detalle su color, las pequeñas marcas en sus nudillos, el tono y la manera en que libera tensión de sus cartílagos, así como la textura exacta y las temperaturas que solía alcanzar.
No olvido su aroma y la sensación en mis labios tras besarlas. Incluso me atormenta en ocasiones su espectro en mi nuca, jugueteando en mi cabello tras un par de líneas. Quizá un nuevo cuerpo satisfiera este deseo, una nueva idea reemplace este sentir y otras manos limpien mis lágrimas mañana… mas cansado estoy de que ese sea el único dolor alcanzo recordar.
La mujer que extraño no existe más; su imagen es sólo una proyección del segmento que pude conocer, su fantasma no es más que necedad, la manifestación de mis errores y la limerencia en dejar ir. Ha vivido tanto sin mí, qué estupidez pensar que estoy a la altura, qué delirio creer que lo estuve alguna vez. Me alegra ser tímido y masivamente dependiente de la aprobación externa. Habría corrido a rogar su regreso tantas veces ya.
Carece de sentido alguno, su proyección no debería asediarme hoy. Decidió partir y acepté su deparo, jamás dejé ver que aún le pienso. Sé que a cada epístola suplico reconsidere, pero soy consciente que no yace poder en mí. Ignoro el flujo temporal y tiendo a olvidar la composición del ahora; incluso, se registra el ayer desde una perspectiva omnisciente, acostumbra el autor olvidar la realidad inherente que es fuera de él, rechaza el paso del sol y niega el rotar de la luna. Insensato, lo está haciendo una vez más.
¿Cómo logra rescindir en resarcir una idea? ¡Se corrompen los fragmentos! ¡Abstrae el ahora del ayer! Blasfema herejías y vuelve a su lugar, refina entropia e intenta definir el porvenir. Flaquea, pues en su ignorancia olvidó la nota que le permitió leer en primer lugar.
Deja entrever de las cadenas un espíritu, cada hebra constituye una idea, se entrelazan y permean con su imagen la soga que cuelga sobre sí. Cada viruta es un grito de auxilio, inhiben el respirar y rescatan en virtud la humanidad. La próxima porción podría no correr la misma fortuna, pierde su efecto y otorga el abrigo, pierde deidad y otorga la paz que consume en soñar una vez más.