Hola, soy yo otra vez.
Sé que hace años debí enviar el último mensaje y que hoy es muy tarde ya. Lo lamento. Han pasado tantas lunas y yo aún no puedo comprender cómo ocurrió. ¿Sabes? Con frecuencia me detengo a considerar que esto es sólo un capricho y no debería anhelar recuperarte. No obstante, cada respirar rasga mi alma, sesga el corazón y sólo cultiva dolor. Estoy cansado, ¿Qué ocurrió con el reposo en tu iris?.
En ocasiones, me atrevo a soñar que no ha pasado ya, que hoy puedo correr hacia ti y, de alguna forma, abrirás tus brazos a mi regreso. Cada mañana veo más lejos ese sueño. La parte racional de mí asegura que debe haber una forma. El segmento lógico asume que ha terminado y hace tiempo debí dejar ir. Soy consciente que no volverás. Sin embargo, ¡Demonios! Cuánto quisiera no saber.
Suelo llorar en público alegando que no me esforcé lo suficiente. Es gracioso, recuerdo que siempre terminabas molesta si me veías llorar. No puedo evitar hacerlo, sé que no volverás aunque lo consiga. Me rasga el alma verte y, cada que pienso que no lo haré más, que puedo aceptar el final, sólo consigo un par de minutos para llorar lejos de ti.
Podría describir cada facción, cada gesto a detalle, el origen detrás de esa mueca; rastrear tu hacer con sólo respirar, seguir el hilo de tu aroma, aislar tu voz de entre la multitud. Puedo escuchar tu corazón latir a varios metros, incluso sin haber notado conscientemente tu presencia. Odio reconocer la cadencia de tu paso mientras te alejas de mí.
Quisiera pedir perdón, pero, ¿para qué habría de hacerlo? Sé que no me bastará la redención porque no estoy arrepentido de lo que ocurrió y exigir algo más que un final está completamente fuera de consideración. Jamás sabrás cuántas cartas escribí esperando el momento perfecto para volver, cuántas lunas pedí tu regreso, a cuántos dioses supliqué tu perdón. Sé que no importa más, los que habitan aún se jactaron de mi terquedad. -¡Al menos fuere valentía, quizá así tendría final!