He olvidado la última misiva que a tu imagen redacté, desconozco su porvenir e ignoro dónde es hoy. No obstante, disfruto cada vez que vuelves a mi pensar, recuerdo valorar la brisa del viento, apreciar el tiempo que rinde un momento.

Ojalá hubiera una forma de volver el tiempo atrás y, desde ahí, partir hacia donde estoy hoy, pero a tu lado. Despertar una vez más bajo el sol que precede tu desprecio. Decantar de cerca tu mirada una vez más, sentir tu mejilla y besar con pasión tus dulces labios. Derramar quizá una lágrima, divergir a la voz de “Descuida, amor, tu presencia tiende a mi felicidad catalizar”.

Desearía poder observar el cielo tendidos sobre una pradera como en aquellos días, admirar tus pasos torpes cuando danzas con la gracia del ocaso. Fotografiar tu sonrisa y repetir, no hay con qué pudieran convencerme de no estar aquí. “Quizá no sé qué nos espera mañana, mas ruego al creador no pases de mí”

Me gustaría comprobar si el aroma que recuerdo y hace latir mi corazón sin control cada ocasión que me encuentra es en realidad tuyo, si se ha contaminado ya mi percepción o has habitado a la proximidad tantas veces. Ojalá mi ropa terminase con tu hedor cada día al llegar a casa como solía ser. “Vaya tufarada respirar cuando no estás.”

Quisiera charlar contigo una vez más, no recuerdo la última vez que estuve presente durante cada frase de una conversación, escucharte presentar un argumento y alegar estoy mal; sopesar y refutar, ¿Acaso importa? Si rara vez puedo conllevar de lo bueno su final. “Sólo cinco minutos más, corazón, pronto será tiempo de partir.”

Se habla de noches que arrebatan a Morfeo su opinión, que suelo abrazarte en ellas así, como hoy. Olvidé cómo se siente tu cuerpo entre mis brazos y quizá eso sea lo mejor, debí dejarte ir como lo hicieron ellos hace tantas lunas. “¿Te veré mañana? — dije a sabiendas que esta proyección de ti jamás verá el alba que vendrá — Pensaré en ti hasta entonces.”

Ojalá pudiera tu mirada habitar, conocer lo que ves y deducir de ahí, qué te hizo odiarme así, qué hay de mal en mí. ¿Por qué es que siempre termina así? Estoy cansado de vivir entre visiones de lo que fue y lo que no vendrá. Fantasmas asedian mi sueño cada vez que llego ahí. Me rindo, ¿Qué más quieren de mí? ¡Largo! Dejen mi tierra en paz.

Puedo sentir cómo invade el temor mi pensar, cómo el miedo se apodera y entorpece lo que vendrá, la muerte tan cerca deriva sentires con que no quería lidiar aún. La incertidumbre de un mañana y, aún así, la gnosis del qué será. Agota el espíritu un flujo de tinta, desgarra el alma un trazo más; se alcanza a escuchar cómo suplica descanso, mas esta idea rehuso elaborar.

En ocasiones, llego a cuestionar qué será de mí; si esté equivocado y no hallaré jamás libertad, si la búsqueda carecía de sentido incluso al comenzar, si la razón se privó de verdad. Tiendo a admitir que no es más sobre ti. ¿Cómo podría serlo? Si tu corazón se marchó hace tanto, suplico pase de mí este sentir. Ruego por saber cómo dejar ir los fragmentos que dejaste atrás.

Después de todo, sólo quedan vestigios del dolor que alguna vez sentí.