Siento un pesar, intrusos en mis venas; catalizadores inmundos, partículas impropias cuyo génesis presenció una lluvia carmesí. Alteraciones indignas, cicatrices que se pierden en la homogeneidad de su entorno; recorren parajes, arrastran su oz, y hallan, en su escafandra, un nuevo hogar. Se dice que solían navegar contra corriente y que, en su viaje, saludaron a Ícaro: tan bella poesía, tan cerca del sol que se impregnaban de él. Desconocían sería aquel, el último día.

Con frecuencia decido ignorar a la razón. Espero su ocaso y tomo el control mientras duerme. Hoy expreso lo que Pasífae creyó ocultar. ¿Una epístola a Perséfone? ¡Vaya sorpresa! ¿Acaso no has notado aún? Desiste. ¿No has tenido ya suficientes lunas en la miseria?—Oh, puedo verlo. Debo esforzarme para expeler un insulto aquí. Sé que nada lograré.Tu herético pensar es una desgracia.—¿Qué te permitió caer aquí?

Díscolo mortal, veo que escribes una más.—¿Cuándo notarás que jamás te interpretará? Incluso si postra su mirada en estas letras, no existe el sentir fuera de ti. ¿Entregarás la carta de forma anónima una vez más? Lanzar una botella al mar al menos crearía un impacto en la realidad. Tu léxico carece de poder. Las pequeñas dos no responden hoy a ti.

Hola. ¿Te gustaría volver? Te extraño. No disfruto en qué me convertí y desprecio la manera en que pienso ahora. Fallé en encontrar a quien amar. Incluso, fallé en interesarme en alguien más. Lo intenté, te juro que lo intenté.

Recuerdo que me preguntaste ‘¿y qué hay para mí? ¿qué gano yo con volver?’. Aún no tengo una respuesta, lo lamento. Me esforcé en ser mejor que la proyección que te enamoró; no consigo siquiera ser un retrato del ayer. Por eso no volví a insistir, hoy no tengo qué ofrecer.

¿Te gustaría ser mi dios una vez más? Ofrezco mi ser en sacrificio, lo que soy a tu comando. Los vestigios del ayer, sólo dime qué hacer. ¡No soporto un día más ser! Perdóname, ni siquiera tengo el valor de molestar o el coraje para hacer llegar mi mensaje. Mereces más, añoro alcanzar tu anhelo antes del final.

Qué patético mensaje. Insulso incluso en el ámbito literario. Sagaz herejía. ¡Detrimente mortandad! Escurre a través de mis palmas, mancha la tinta y cesa su proclamar. No guarda rencor. En su desliz revela un camino estertóreo, una virtud. Se encuentra el autor atónito, mofado ante el sempiterno soplo de realidad. ¡Conflicto!

La brisa trae el aroma que una vez fue tuya, envuelve mi presente y le asfixia danzando en su gaznate. Eleva su temperatura y alcanza la sien. Una nueva ruta de intrusión. ¿Qué resta cuando un verbo pierde su sentido? ¿Qué hay más allá de tu efímero existir? Lo que depara el destino se corrompe, el ahora no se funda en lo que dictó el ayer. Lo ocurrido perece y deteriora el consenso que alguna vez estuvo ahí.